Residente – Emigrante – Exiliado

Cuando llegué a Escocia hace unos años, lo menos que podía imaginarme era que, una vez fuera, se cerraría la puerta a mis espaldas.

Yo no era un emigrante, sino un residente en el extranjero, lo que sigo siendo oficialmente en las estadísticas. Vine porque quise, por pura inquietud.

Yo no era un emigrante, decía, pero estalló una crisis, económica al parecer. Al menos así nos lo contaron al principio, y eso fue lo que me convirtió, además de en residente, en emigrante.

Más tarde, gradualmente pero sin pausa, y con la excusa de superar esa misma crisis que nos habían contado, comenzamos a asistir al dramático desmantelamiento –aún en proceso si lo permitimos- de aquellos derechos que hasta no hace mucho nos habían parecido sagrados e intocables (sanidad, educación, justicia…). Al tiempo que ocurría esto presenciábamos, también, cómo se inmunizaba –incluso recompensaba- a los banqueros responsables del hundimiento. Eso es lo que a fecha de hoy me ha convertido, por si no tenía roles suficientes, en un exiliado.

Les seré franco (adjetivo, con minúsculas): no es fácil lidiar desde el extranjero con la situación a la que se enfrenta el país. Es mucha la rabia, mucha la impotencia, algunas las lágrimas. Uno no respira aliviado por encontrarse a miles de kilómetros de la tormenta. Uno necesita actuar, hacer algo. Y aquí me tienen, desde la palabra, haciendo lo que puedo.

Quiero pensar que no todos los exiliados residimos fuera del país, sino que la mayoría se encuentran en realidad dentro, que se organizarán, que lucharán. Llámenme ingenuo si lo desean, pero perder la esperanza es algo que nunca se me ha dado bien.

Pedro Pérez Linero

Artículo publicado anteriormente en El Tintero Nº 1 (10 de Enero 2013).

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Les recordamos que nuestro siguiente número verá la luz este jueves, día 24.

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